Recibo la invitación para escribir en la revista y fue
increíble como nadó en mi cabeza por días esa primera pregunta que me saltó a
la mente ¿Qué puedo yo hablar de CAIFANES que ustedes no sepan? pues para mi
gusto, hay quienes podrían dar cátedra acerca del inicio, el desarrollo y aquel
primer final de la banda; se ha dicho mucho y no solo en congregaciones de
carnales, sino en grandes medios de comunicación que también lograron
estremecerse y volcar su atención en la noticia de éste reencuentro que más
bien, parecía que quedaría bajo la sombra del recuerdo de muchas personas que
sí lograron vivir muy de cerca el éxito de aquellos cinco muchachos que
acariciaron la fama haciendo lo que más les gustaba, rock.
Existen infinidad de opiniones y respuestas en cuanto a
CAIFANES se trata, se habla de que si el reencuentro, que si la gira, que si la
reconciliación entre Saúl y Marcovich y aunque cada quién habla como le fue en
la feria, en lo particular tengo un exquisito sabor de boca, pero sin temor a
equivocarme puedo asegurar que todas nuestras opiniones están enfiladas a un
mismo fin, a la alegría que nos produjo el hecho de volver a repetir la
historia; pero ésta vez, una historia en que la madurez, el cariño y la misma
energía señoreaban en la vida de cada uno de los integrantes.
No vengo a escribir como se inventó el hilo negro, aquí
no hay nada que ustedes no sepan, pero si hay una perspectiva de una fan que se
ha ido alimentando de historias y se ha nutrido con una trayectoria musical
incomparable, me tocó ver lágrimas, risas, pasmos, e infinidad de calificativos
íntimamente ligados con la fascinación que se sintió en cada concierto, y la
alegría de saber que no hemos perdido la capacidad de asombro aun al estar en
varios conciertos.
Las sensaciones y contrastes estuvieron a la orden del
día, era como haber estado en un lugar que jamás había pisado pero que al
vivirlo parecía una máquina del tiempo que me trasladaba directito a los 80’s-90’s,
era como estar en cada historia que solía leer cuando CAIFANES se presentaba en
aquellos lugares y aquellas fechas de sus inicios, pero ahora dentro de un
mundo lleno de viejos y contemporáneos fans que hacía más especial el momento,
pues podías sentirte parte de esa gran familia, estaban esos carnales otoñales
abrazándose mezclados con los nuevos amigos que hicieron e hicimos, me incluyo a
través de redes sociales y que la banda fue el pretexto perfecto para poder
saludar de propia mano, o bien, simplemente reencontrarte con esos amigos que
ya te habías topado en otros conciertos.
Hubo momentos maravillosamente indescriptibles, puedo
hacer tal vez un completo y explícito anecdotario y nombrar a cada persona con la que pude estar
o simplemente saludar, anécdotas estresantes que parecían acabar con la dicha
de estar presente en algún concierto, o la maravilla de tener la oportunidad de
conocer nuevos amigos, incluso, tristemente de perder otros, de reír y brincar
con los viejos amigos o el inolvidable reto de llevar por primera vez a mi
hermana mayor a un concierto y descubrir que en lo más profundo de su ser si
había dejado yo una influencia marcada en ella cuando la vi cantar al ritmo de
“Piedra”, “Mátenme porque me muero”, “No dejes que”, “La negra Tomasa” etcétera,
pero sobre todo de poder estrujar a cada integrante y decirles personalmente lo
inexplicable que era tenerlos enfrente y lo feliz que me sentía de estar
agradeciéndoles desde lo más profundo el hecho de que se hayan atrevido a
volver a hacer historia junto a nosotros.
Acostumbro a dar gracias a Dios cuando puedo alcanzar
un sueño, y este no fue la excepción, fue un sueño hecho realidad donde aprendí
a valorar la firmeza de los viejos fans y esa persistencia de no quitar el dedo del renglón, de valorar
también la capacidad de los nuevos al saber esperar y sobre todas las cosas, de
disfrutar una banda que no ha perdido la esencia, sino más bien ha alcanzado la
madurez al saber aniquilar lo malo y darle entrada a un nuevo ciclo, mismo que
les permitió ver y palpar que siguen vivos, que son los mismos de siempre y que
lo único que los hace diferentes es la ropa y esas marcas en la piel, que son
ejemplo de nuevas generaciones y que fueron, siguen y seguirán siendo un ícono muy grande dentro del rock mexicano.
Gracias Saúl, Alejandro, Alfonso, Sabo y Diego por
permitir que sucediera, por desempolvar una historia para seguir escribiéndola
y añadiendo cada día a personas que amamos su trabajo y que definitivamente
quedará para la posteridad. ¡VIVA CAIFANES!
Marina Limón.